jueves, 3 de febrero de 2011

Veinticinco días en Berlín: ¿Va en serio esto?

Es verdad. A mitad del camino,
pero sigo buscado aun  el sentido.
Es posible que perdiera el equipaje,
quizás el vuelo no fue el correcto,
no sé. Estoy convencido que tenia
un viaje programado, claro, conciso,
                             pero,¿A dónde era?

Debe ser la nieve, esa que nubla la visión,
o la música del vecino que no deja
oír mis propios pensamientos, o tal vez,
este idioma extranjero que me hincha
la garganta y no deja que llegue el aíre
al corazón. Pero se acabó el barbecho,
ahora toca desovar y remontar el río,
si te dejas llevar lo mejor que puede pasar
es que te atrape el hielo y con él el olvido.

Deja ya la estación de engorde y ves
directo al matadero, ten al menos, una
historia que contar, no le des al cuento
un final típico. Que la princesa muera ahogada
en el río y el príncipe se fugue con el
vecino del quinto, pero haz algo por tu cabeza
y llévatela de paseo, arrójala al vacío y
no la busques, déjala que vuelva sola a casa.  

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