viernes, 25 de febrero de 2011

Cuadragésimo segundo día: bajo cero.       



Cierro los ojos y solo veo nieve.
Nieve y tiempo que pasa insomne,
mudo, artificial y omnisciente.
Me miro las manos, marcadas por
el curso de las venas, obstruidas
y pintadas de negro, el color de la noche,
el sabor de aquellos que nunca duermen.
Las uñas reflejan la luz de una
pequeña lámpara mortecina, su nácar
se confunde con los propios huesos,
pedazos inservibles de un cuerpo
que no puede relajarse un minuto,
para mirar más allá del espejo
y descubrir que él está mirando.
Su figura la define el humo de un cigarro,
la mirada destila vino y pasiones,
el silencio tiene la guarida en su boca,
los labios del áspid lo esconden tras ellos.
Que difícil es hablar cuando el tiempo
no escucha, la manos no responden,
las uñas se te clavan y su reflejo se pierde
en la marquesina de una parada de metro.
Encenderé velas, haré un sacrifico de sangre,
rezaré a todos los santos por una respuesta.
Esa que disuelva los espejos y llene la casa
de humo de tabaco y fotos en blanco y negro.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Cuarenta y uno: cambio de habitaciones.


Pasen y vean. Disfruten de la extrañas
piezas de puzzle perdidas, que hoy
les traemos. Un hombre muere ahogado
en su propio llanto todas las noches
y tristemente, resucita a la mañana siguiente.
La niña de los peines se rapa la cabeza
al cero mientras moja los barbitúricos
en el café. Un gorila centenario recita
poemas de Lorca mientras su amante
toca la pandereta. El ojo perdido de Polifemo
encontrado en el ombligo del mundo.
Tres plantas carnívoras devoran lentamente
a un actor, éste recita un soliloquio
de Hamlet y su madre llora emocionada en
el patio de butacas. Dos premios Nobel de física
luchan a muerte con navajas suizas.
Pasen y vean, es su única oportunidad,
mañana con el sol naciente el circo
                                   abandonará la ciudad.

lunes, 21 de febrero de 2011

36,37, 38 y treinta y nueve, y cuarenta: cinco días de cultivo



No puedo escribir, me has roto.
Con la cama fría y la cabeza partida en dos.
Con el alma dividida en pequeñas porciones
de diversas formas que recuerdan
momentos que han pasando y que
pronto se olvidarán, como tu, como yo.

Hace frío en esta habitación, hace mucho frío.
¿A que viniste? Es una pregunta fácil,
prometo no escuchar cuando la respondas.
No me interesa, pero seré educado
y miraré a la pareja de al lado mientras hablas.

Pienso insultar a todo el mundo que
me mire a lo ojos de hoy en adelante.
Si me preguntan, les daré una respuesta
equivocada, como haces tu y me reiré
de esta estupidez que en un par de años habré
                                                                    olvidado.

¿creo que dejaré que mueran las plantas de mi habitación?
Así me vengaré de sus miradas de compasión.


lunes, 14 de febrero de 2011

XXXV: Con la cabeza partida en dos.

Tomo nota, la pienso, la escribo.
La guardo en la retina y luego pienso.
Te he visto esta noche retorcerte
en el suelo y morir, te he visto gritar
en silencio y vivir, he sentido tu inocencia,
tu desnudez y tu manera de buscar entre
los pliegues de tu piel la respuesta al
acertijo eternamente planteado y respondido.

Entre plástico y bañeras de porcelana,
tu bailas y te quitas la ropa, para una vez mas,
arrastrarte por el suelo y gemir de locura
y llorar por los cuerdos y sonreír con tu labio
marcado por un bisturí. Es precisamente
esa cicatriz, la que te otorga el don de la
hermosura y con ella la eternidad en la mente
y el cuerpo de tu publico. Encerrado en un
cuarto oscuro tu cuerpo se convertirá en luz,
tu mirada en estrellas fugaces y el color de
tu piel adornará las calles los días de fiesta.

Vuelve a bailar, que el sol se estremezca
otra vez con tu sonrisa torcida y el mundo
aplauda tu figura como la de un David vivo,
imperfecto y  efímero en una ciudad que nunca
guarda el recuerdo del amor, pero vive el de su guerra.

Trigésimo cuarto día: Dolor en la azotea.

Suenan cañonazos en el ático,
golpes de martillo acompasados
y el ritmo de una letanía gregoriana,
digna del mas impío de los papas.

Con dada punzada de dolor se nubla
el rostro y la carne adquiere el color
de las paredes, blancas y rugosas
de una habitación que se va haciendo
                 pequeña a pasos de gigante.

Cuando deje de sonar la música
dormirá el paciente con exceso de
sangre en la cabeza, y el alma abandonará
el cuerpo del delito para habitar entre
las bombillas de la araña que adorna el techo.

viernes, 11 de febrero de 2011

33: pies despiertos.

(la caja de cristal VI.)

Y ahora te das cuenta,
cuando no puedes mirar
fotos sin echarte a llorar.
Ahora que estas lejos y solo,
te encuentras a ti mismo,
en el mismo lugar donde te
dejaste hace tanto tiempo,
que no quieres recordar.

Ahora que has visto cambiar
tu vida y con esa vida tu mundo.
Poner la misma canción una
y otra vez solo te sirve de cuchilla,
como el suave filo de la navaja
con el que recortar la barba, como
un metal limpio y frío en el que
reflejas, como un exhibicionista,
tu cuerpo desnudo y gritas y lloras
y maldices al tiempo y al reflejo.

Ahora aprendes rápido y olvidas
con descaro, absorbes a tu alrededor
las vidas de otros y las haces tuyas,
¿pretendes a caso vivir de ello? Si,
tendrás la poca vergüenza de hacerlo,
de robar, de empujar por las escaleras
a la primera que se ponga por delante.
Tuviste buenos maestros, sigue con
tus fotos, empieza a despojarte de
una vez de esa piel seca y translúcida
que te envuelve, arrástrate por el suelo
y deshazte de ella y sal por fin de la caja,
rompe las paredes y muéstrate como eres.

Llora, y cuando no te quede nada más
que decir, descansa por fin.
                              Tranquilo y descansa.

miércoles, 9 de febrero de 2011

32: Pies cansados.

(la caja de cristal III.)

¿Dónde tienes la llave?
A mi puedes confesármelo, te
guardaré el secreto, lo olvidaré
al instante, pero dímelo te lo ruego,
no sigas encerrado en esa caja,
no te conviene, estas perdiendo
el color de los ojos, ya casi ni se te
ven las cicatrices de las manos.
Quizá la tenga esa señora que llama
todas las noche, habla poco pero
solo dice cosas bonitas, si la tendrá
                                                        ella.
O tal vez el vecino del quinto, ese
que saluda en el ascensor pero luego
en la calle se cruza de acera, o simplemente
mira hacia otro lado, ¿la tiene él? No,
no creo, no es de fiar, no tanto como yo.
Por cierto, la portera subirá a verte,
le preguntará a ella, esa se entera de todo,
incluso de lo que no entiende. Pero
habla muy bien de ti, como todas las vecinas,
si supieran, como yo, que haces las noches
que suena a cristales rotos, no pensarían
                                                        lo mismo.
¿Dónde tienes la llave?          
31: Pies dormidos.

(la caja de cristal II.)

Y el dolor de cabeza te despierta
de nuevo. El sol no existe, la luz
se ha ido lejos, huye de tus miserias
como harías tu mismo su pudieras.
Si no fueras tan poca cosa, incluso
darías pena, pero no, te maquillas
y te pones lentejuelas para intentar
                                                   brillar,
pero hoy, como siempre, no te mirará
nadie a los ojos, pierdes el tiempo.
Incluso el mas inútil de los gatos
sabe caer sobre sus cuatro patas.
Pero tu no crees en eso, ¿verdad?,
tu estás por encima de la estadística,
de los números y las comparaciones.
Te vendría bien mirar  alguna vez
en tu buzón de entrada, o mejor aun,
escribir a tus amigos y decirles que
les hechas de menos, que lo quieres.
Pero hueles a cerveza, y dentro de
un rato no recordaras ya esta conversación.
Buen viaje a ninguna parte y si encuentras
algún gato, pídele que te cuente su secreto.
30: Pies mojados. 
  
( La caja de cristal I.) 

Llegar con el alma empapada,
al escurrirla se mancha todo
como si de un lienzo se tratase,
se pintan colores que antes no viste.
Al mezclarse la duda y la conciencia
toman la forma de una pequeña aguja
negra y retorcida que es capaz
de perforar hasta el mas duro de los
                                                 huesos.
El miedo se apodera ahora del tapiz,
con movimientos sigilosos y discretos
el color rojo de sus ojos te atrapará
entre sus curvas y con la fuerza de sus
                                                   anillos,
esfumará cualquier motivo para no
sucumbir ante él. Ahora es el azul
de la inseguridad, quien visita tu casa,
lo hace vestido de gala y preparado
para el baile, lleva un espejo en la mano
y unas tijeras por corbata, observa
bien sus movimientos, no sea que
                                        en un descuido,
tu armadura caiga hecha trizas.
Como si de un fantasma se tratase
oyes a alguien cantar a lo lejos una
melodía monótona y aburrida, pero te
                                                  suena,
te resulta familiar y extrañamente conocida.
Es la pereza camuflada de novia, algo blanco
y algo viejo te trae atado a su pierna,
sujétate a sus faldas y arrástrate de nuevo
por el techo de tu habitación, luego una visita
a la farmacia y dormir. Por último y sin cita
previa, una compañera de fatigas se digna
a saludar, el verde mas vivo que exista
se aloja en sus ojos y sus manos. Manos
que acarician sin tocar, que pronuncian
nombres prohibidos y se meten en los
pantalones de los hombres despistados.
Hoy como siempre te arropará antes de dormir
y rimará todos los versos, para luego,
como siempre, encontrarte muerto,
                                               solo y muerto.

domingo, 6 de febrero de 2011

Vigésimo noveno día: la lluvia con cerveza sabe mejor.


Y de repente algo te empuja
a salir de casa, a coger un metro
y perderte en las profundidades
de una ciudad oscura cubierta
por el agua y las luces de colores.
En silencio, enfadado con el mundo,
soberbio y ultrajado en el alma,
accedes a jugar, por mero orgullo,
y por increíble que parezca ganas,
la partida y la noche, y la cerveza
y el viaje y la imagen del jardín
flotante de Babilonia en el apartamento
de un jugador de futbolín en Alemania.
28 días: entre dioses y flores.            

Estoy entre las flores.
Bajo la puerta azul, desfila
el sacrificio de los dioses.
Una procesión de hombres
escuchando atentos el sonido
                           de la piedras.
Piedras que hablan del sol,
del calor del desierto y del mar,
de puertos hundidos y mercados
donde compra la fe y se venden
                                    las almas.
Vigilada por el frío de los cristales
descansan los cuerpos de aquellos
que un día gobernaron la tierra,
Los inventores del idioma, de la vida.
Aquellos que levantaron la torre
y desafiaron a sus dioses cara o cara.

En otra habitación, rodeado de terciopelo,
cuelgan los maestros de la pared,
entre flores de colores y con la luz
del día metida en los ojos, ellos
encontraron, en sus manos, el medio
de salvarse del patíbulo. Ellos son eternos
y con ellos sus miradas y su mundo.

jueves, 3 de febrero de 2011

27: metiendo la pata.

Tenia que ser hoy,
un mensaje mal leído, una cita equivocada.
Tenia que ser hoy,
un error de lenguas incomprendidas.
Tenia que ser hoy, justamente hoy.

Mientras esperas, todo pasa por la cabeza,
duda, sospecha, traición, heridas nuevas
que abren otras ya cicatrizadas antaño.
Y finalmente te das por vencido, asaetado
y malherido vuelves a tu cubil, lamiéndote las
heridas para recibir de tu propia mano
el golpe maestro, la puntilla que te parte
en dos la espina dorsal y suelta los demonios
que has ido acumulando en el transbordo
                                              de un tren a otro.

Tenia que ser hoy,
ahora solo queda pagar y olvidar.
Tenia que ser hoy.
Lavaré las heridas con cerveza y dormiré.
Tenia que ser hoy, justamente hoy.
Día: vigésimo sexto: me aburre aburrirme de aburrimiento.

¿Como puedes ser tan burro? idiota.
 ¿Acaso no sabes que te estas perdiendo
                                                   la vida?
Tu sigue hay, tirado en el suelo, pensando
que quizás la vida entre por la puerta
y  te llame por tu nombre de pila
y te ayuda a vestirte, a ponerte ropa nueva,
para salir y ver y conocer y descubrir.

¿descubrir que, tarado, que quieres descubrir?
¿quieres que te lo den todo hecho, masticado
                                      Y a poder ser digerido?

Levanta y tírate por la ventana, sal volando,
Que al menos tengas algo que contar cuando
vuelvas a casa. Podrás decir, no conocí nada
pero al menos, volé, si mama, volé desde la
ventana de mi habitación pero, eso si, no vi nada.
Veinticinco días en Berlín: ¿Va en serio esto?

Es verdad. A mitad del camino,
pero sigo buscado aun  el sentido.
Es posible que perdiera el equipaje,
quizás el vuelo no fue el correcto,
no sé. Estoy convencido que tenia
un viaje programado, claro, conciso,
                             pero,¿A dónde era?

Debe ser la nieve, esa que nubla la visión,
o la música del vecino que no deja
oír mis propios pensamientos, o tal vez,
este idioma extranjero que me hincha
la garganta y no deja que llegue el aíre
al corazón. Pero se acabó el barbecho,
ahora toca desovar y remontar el río,
si te dejas llevar lo mejor que puede pasar
es que te atrape el hielo y con él el olvido.

Deja ya la estación de engorde y ves
directo al matadero, ten al menos, una
historia que contar, no le des al cuento
un final típico. Que la princesa muera ahogada
en el río y el príncipe se fugue con el
vecino del quinto, pero haz algo por tu cabeza
y llévatela de paseo, arrójala al vacío y
no la busques, déjala que vuelva sola a casa.