martes, 22 de marzo de 2011

Cuarenta y siete: Resaca virtual.

Me faltan tres cartas: la del amante,
la del marido, la de su mujer. Me faltan.
No recibí nada, el buzón cría telarañas
que se pierden en el tiempo y se escarchan
con el frío. No recibí sus cartas, no lo hice.

La primera era la deseada, aquella que daría
luz y traería tranquilidad al espíritu infame
y violento que me atormenta cada noche,
en mi cama, se esconde entre mis sábanas
y hace de mi sueño un lugar sucio y solitario.

La otra no la esperaba, solo deseaba que llegase
limpia, rápida y segura a mis manos, para
constatar, una vez mas, que mis reproches no
sirven de nada, que caen en saco roto, que
se vuelan con el primer suspiro con el que se cruzan.

Me sorprendió tristemente no recibir la de su mujer,
ella no falla nunca en estos trances y la duda es
ahora lo que alimenta mi preocupación y crea
un conjunto vacío, sin aire ni colores en el que
solo se puede entrar de uno en uno y sin avisar.

Me faltarán las tres cartas de nuevo, la del amante,
la del marido y la de su mujer. Esta vez no llegaron.
Con semejantes bajas en mi cartera, el viaje de regreso
se hará mas liviano, el vacío pesa mucho en las maletas
cuando el viaje es de vuelta a la madriguera.

                                     

domingo, 13 de marzo de 2011

Día cuadragésimo sexto: “la confusa confesión, confusa absolución merece” (Romeo y Julieta. W. Shakespeare).

Confundido cada vez que piso la calle,
contrariado al volver a casa en metro.
Lo hecho de menos todo y sin embargo
tengo el bolsillo lleno de papeles y la casa
abarrotada de montañas de arena, sal y escamas.

Pasará el tiempo y volveré a la tierra.
Abrazaré mis principios y mi sabiduría
otorgada recientemente por los maestros
de las sombras chinas que hacen llorar a los niños.

Volveré a encontrarme con amantes despechados
y funambulistas de versos que juegan a parecer
los mas hermosos del mundo y para ello besan
el mármol y escupen el amor al espejo.

Encontraré mi carruaje allí donde lo dejé,
con una sonrisa de alivio en la cara por ver
de nuevo a su jinete mas alto y mas joven
de lo que algún día llegará a ser, sin ser anciano todavía.

Visitaré los santos lugares y pondré velas
a los mártires a los cuales encomendé mi viaje.
Brindaré por los que cayeron en batalla y por
aquellos que nunca combatieron, también por ellos.

Y entonces ¿Qué, me convertiré acaso
en estatua de sal? ¿formaré parte del salón
de la fama de los olvidados? ¿escribiré algún día
                                               un libro con mi leyenda?

Cuando el río vuelva a secarse, las aguas
me traerán de nuevo el juicio, ese que perdí
entre árboles muertos y cuentos chinos.



44: De nuevo las piedras.

Y de nuevo me encuentro
rodeado de piedras, piedras
que miran, que observan su entorno
y se quejan del paso del tiempo,
del olvido, del recuerdo borroso
y en blanco y negro que producen
sus nombres, nombres que pronunciados
en voz alta hacen que se estremezcan
los corazones, que el alma se encoja.
Retratos difuntos colgados en las paredes
de un museo. Hablan de sus vidas y se
vengan de sus cazadores, se alzan en armas,
de papel y cartón, contra aquellos que
un día los maldijeron con la marca
                                                   de la estrella.
De viajes y familias habla este cuento,
de trenes sin billete de retorno, de paseos
en la caja de un camión oscura y mal
ventilada, de invasiones y religiones,
                                 de verdugos y vencidos.

martes, 1 de marzo de 2011

Cuarenta y tres: De buenas a primeras.

Beber para olvidar. Amar para
tener que seguir bebiendo.
Escribir, una vez bebido, para
mirarse a uno mismo
y revolcarse en su propia mierda.
Deleitarse con el olvido, bebiendo,
escribiendo, muriendo poco a poco,
sin prisa alguna ni obstáculos en el camino.
Amar como excusa, como argumento
de carga y llevar por bandera el sufrimiento
por un amor frustrado lleno de llagas y
antojos, que provocan y mutilan las
miradas y los verbos, que cohíben en extremo
hasta los mas simples gestos.
Prohibido tocar y mirar y sentir mas allá
de lo pactado.
Sigue amando y bebiendo y escribiendo
 y olvidando sobre todo, para tener
una escusa, para volver a empezar
y ya no volver a perder el tiempo
en creencias absurdas y esperas infantiles.
Dale al cristal la pasión que seguro
te devolverá como un efebo alocado y
eterno, harto de amantes vacíos
y te acogerá en sus brazos para dormir
por fin en la compañía de quien mas amas.
                                                               De ti mismo.