domingo, 13 de marzo de 2011

Día cuadragésimo sexto: “la confusa confesión, confusa absolución merece” (Romeo y Julieta. W. Shakespeare).

Confundido cada vez que piso la calle,
contrariado al volver a casa en metro.
Lo hecho de menos todo y sin embargo
tengo el bolsillo lleno de papeles y la casa
abarrotada de montañas de arena, sal y escamas.

Pasará el tiempo y volveré a la tierra.
Abrazaré mis principios y mi sabiduría
otorgada recientemente por los maestros
de las sombras chinas que hacen llorar a los niños.

Volveré a encontrarme con amantes despechados
y funambulistas de versos que juegan a parecer
los mas hermosos del mundo y para ello besan
el mármol y escupen el amor al espejo.

Encontraré mi carruaje allí donde lo dejé,
con una sonrisa de alivio en la cara por ver
de nuevo a su jinete mas alto y mas joven
de lo que algún día llegará a ser, sin ser anciano todavía.

Visitaré los santos lugares y pondré velas
a los mártires a los cuales encomendé mi viaje.
Brindaré por los que cayeron en batalla y por
aquellos que nunca combatieron, también por ellos.

Y entonces ¿Qué, me convertiré acaso
en estatua de sal? ¿formaré parte del salón
de la fama de los olvidados? ¿escribiré algún día
                                               un libro con mi leyenda?

Cuando el río vuelva a secarse, las aguas
me traerán de nuevo el juicio, ese que perdí
entre árboles muertos y cuentos chinos.



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