miércoles, 9 de febrero de 2011

30: Pies mojados. 
  
( La caja de cristal I.) 

Llegar con el alma empapada,
al escurrirla se mancha todo
como si de un lienzo se tratase,
se pintan colores que antes no viste.
Al mezclarse la duda y la conciencia
toman la forma de una pequeña aguja
negra y retorcida que es capaz
de perforar hasta el mas duro de los
                                                 huesos.
El miedo se apodera ahora del tapiz,
con movimientos sigilosos y discretos
el color rojo de sus ojos te atrapará
entre sus curvas y con la fuerza de sus
                                                   anillos,
esfumará cualquier motivo para no
sucumbir ante él. Ahora es el azul
de la inseguridad, quien visita tu casa,
lo hace vestido de gala y preparado
para el baile, lleva un espejo en la mano
y unas tijeras por corbata, observa
bien sus movimientos, no sea que
                                        en un descuido,
tu armadura caiga hecha trizas.
Como si de un fantasma se tratase
oyes a alguien cantar a lo lejos una
melodía monótona y aburrida, pero te
                                                  suena,
te resulta familiar y extrañamente conocida.
Es la pereza camuflada de novia, algo blanco
y algo viejo te trae atado a su pierna,
sujétate a sus faldas y arrástrate de nuevo
por el techo de tu habitación, luego una visita
a la farmacia y dormir. Por último y sin cita
previa, una compañera de fatigas se digna
a saludar, el verde mas vivo que exista
se aloja en sus ojos y sus manos. Manos
que acarician sin tocar, que pronuncian
nombres prohibidos y se meten en los
pantalones de los hombres despistados.
Hoy como siempre te arropará antes de dormir
y rimará todos los versos, para luego,
como siempre, encontrarte muerto,
                                               solo y muerto.

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