Vigésimo noveno día: la lluvia con cerveza sabe mejor.
Y de repente algo te empuja
a salir de casa, a coger un metro
y perderte en las profundidades
de una ciudad oscura cubierta
por el agua y las luces de colores.
En silencio, enfadado con el mundo,
soberbio y ultrajado en el alma,
accedes a jugar, por mero orgullo,
y por increíble que parezca ganas,
la partida y la noche, y la cerveza
y el viaje y la imagen del jardín
flotante de Babilonia en el apartamento
de un jugador de futbolín en Alemania.
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