33: pies despiertos.
(la caja de cristal VI.)
Y ahora te das cuenta,
cuando no puedes mirar
fotos sin echarte a llorar.
Ahora que estas lejos y solo,
te encuentras a ti mismo,
en el mismo lugar donde te
dejaste hace tanto tiempo,
que no quieres recordar.
Ahora que has visto cambiar
tu vida y con esa vida tu mundo.
Poner la misma canción una
y otra vez solo te sirve de cuchilla,
como el suave filo de la navaja
con el que recortar la barba, como
un metal limpio y frío en el que
reflejas, como un exhibicionista,
tu cuerpo desnudo y gritas y lloras
y maldices al tiempo y al reflejo.
Ahora aprendes rápido y olvidas
con descaro, absorbes a tu alrededor
las vidas de otros y las haces tuyas,
¿pretendes a caso vivir de ello? Si,
tendrás la poca vergüenza de hacerlo,
de robar, de empujar por las escaleras
a la primera que se ponga por delante.
Tuviste buenos maestros, sigue con
tus fotos, empieza a despojarte de
una vez de esa piel seca y translúcida
que te envuelve, arrástrate por el suelo
y deshazte de ella y sal por fin de la caja,
rompe las paredes y muéstrate como eres.
Llora, y cuando no te quede nada más
que decir, descansa por fin.
Tranquilo y descansa.
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