sábado, 29 de enero de 2011

Veintidós días: de barrotes y plumas.

Y entonces me miro en un espejo roto
y yo no soy yo, ni mi reflejo es mis reflejo,
un amasijo de ojos asoman entre las grietas
                                                     del cristal.
Los ojos de un padre orgulloso, de una
madre protectora, miradas que me dicen
lo que soy, guiños que anuncian lo que seré.
No me vengas tú ahora a hurgar en mi espejo,
en él lo tengo todo, veo el reflejo de las luces,
los colores de una hoguera de vanidad en la
que arden mis excesos y las cadenas con las
                                                    que me sujetas.
Sé que dicen que estoy perdido, que siempre
estaré solo, que soy insoportable hasta para
mi sangre y yo me río, como un niño inconsciente,
y escupo en la cara de aquellos que no ven
mas allá de las puntas de mis zapatos de
                                                           serpiente.
Si pretendes que te siga otra vez, lo haré,
con el tiempo aprenderás a sufrirme y yo
me acostumbraré a sobrevivir dentro de un espejo,
                                       con miles de ojos acechando.

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