sábado, 9 de abril de 2011

48: Tu me acostumbraste.               

Sin despedida ni abrazos, sin
 risas, ni luces, seguías gris.
Cuando me fui seguías gris.
No pude hacer mas que correr,
marcado por la sangre y con
el miedo en el cuerpo me voy,
te dejo con tu luz gris, tu vida gris,
tus árboles muertos y cara gris.
Aprendí a vivir del cuento, a crecer
sin medida aparente, a ser el hermano
mayor que nunca tuve, la hermana
pequeña que nunca quise.
A perdonar a aquellos que nos
ofendieron, como nosotros te
hemos ofendido y así te dejo,
sin tiempo para mas kilómetros
en metro, para mas noches muertas,
sin ganas de besos ni condiciones.
Solo con el billete de vuelta y la
maleta llena de objetos perdidos,
propiedad de los habitantes de la
ciudad tatuada, que te mira con
indiferencia y exprime tu luz.
Huí y conmigo se viene un pedazo
de ti, en tu cuerpo se queda mi sangre
y mis arrugas, te las regalo, para ti,
recuerda que escribí en tu muro,
lloré en tu habitación y nunca olvides
que bebí a tu salud y maldije cada
segundo de vida que tu luz me robó,
                    una luz gris, triste y gris.

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